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El juego es un estado de conciencia. Requiere presencia y, en mi opinión, debe tener un componente de placer. Es la actividad más natural en los niños y también la que tiene el mayor potencial pedagógico, terapéutico y sanador. Cada juego tiene un sentido en la evolución de los niños. El juego pulsional empodera, el juego de reaseguramiento seguriza, el juego sensoriomotor da confianza y autonomía, a través del juego simbólico aprendemos el contexto social y hacemos limpieza emocional. El juego reglado socializa y estimula el pensamiento operacional. El juego creativo nos conecta con nuestro interior. Cada juego evoca y elabora determinadas emociones. Cada juego se configura a partir de determinados límites.
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